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La fuerza mental

La ciencia y la psicología del deporte han definido la fortaleza mental como un estado central con factores psicológicos que aportan un impacto positivo en el rendimiento y éxito del deportista.

Además, algunos estudios demuestran que fuera del deporte estos sujetos mentalmente fuertes presentan menos estrés, menos síntomas depresivos e incluso menos problemas para conciliar el sueño, estados que se traducen por lo general en una vida más plena y satisfactoria.

Es común que estas personas mentalmente fuertes perciban tener el control de su entorno personal y disfruten de una confianza en sí mismos que les permite sentirse competentes. Esto les da la oportunidad de afrontar las condiciones adversas que en ocasiones a todos se nos presentan, como desafíos naturales que conducen a su desarrollo personal.

Timothy Don

Cuando trasladamos todo lo anterior a nuestro deporte es imposible no pensar en Tim Don, el triatleta que, a través de su documental, hoy medio mundo conoce como “El hombre del halo”. Cabe pensar que un deportista de su nivel -tres veces campeón del mundo en diferentes disciplinas, tres veces deportista olímpico y récord del mundo Ironman en 2017- requiere de esa fortaleza mental para competir en pruebas de semejante desgaste físico y psicológico, pero el británico siempre ha sido un tipo diferente al que le van los retos y no teme ir un paso más allá.

Ya en 2015 Tim Don se enfrentaba a un curioso reto afrontando todo un Ironman entre los fastuosos casinos de la ‘Ciudad del Pecado’. Por un día Las Vegas se olvidaba durante unas horas de su inagotable romance con los juegos de casino que han puesto esta urbe en el mapa, para dar paso a una de las más completas disciplinas deportivas. El británico cubrió sus 3,8 km de natación en el mítico Venetian, antes de dirigirse al Sands Convention Center para completar los 180 km de bicicleta en rodillo y los 40 km a pie (gran parte en la cinta y los últimos entre los gigantes casinos). De este modo llevaba a cabo un compromiso publicitario a la vez que hacía más visible a ojos del mundo el deporte que le apasiona. Pero este desafío no era nada comparado con lo que estaba por venir.

Su experiencia de superación

En octubre de 2017, Tim Don fue arrollado por una furgoneta mientras entrenaba con su bici en Hawái para participar en el Ironman de Kona, que se celebraba tres días después y en el que llegaba como uno de los favoritos a las plazas de podio. El diagnóstico más preocupante del accidente fue la fractura de la vertebra C2, es decir, lo que popularmente se conoce como rotura de cuello. La rápida actuación de los servicios médicos pudo salvarle la vida, pero la posibilidad de continuar con su carrera de deportista quedaba seriamente en entredicho para todos. O lo que es diferente, para todos excepto para Tim Don, que se negó a aceptar aquello desde el minuto cero y en pocas horas compartía un mensaje anunciando que tan solo estaría fuera de la competición durante 5 o 6 semanas.

Desde luego que, desde todo punto de vista, sus previsiones eran demasiado optimistas, pero Tim rechazó una recuperación para comenzar una vida normal alejada del deporte de élite, y junto con los médicos encontró una alternativa tan esperanzadora como terrible. Su tratamiento consistiría en un halo cervical, en palabras de su propio médico “una especie de aparato de tortura sujeto con cuatro clavos de titanio a la cabeza de Tim”. Sin duda, uno de los métodos más dolorosos que se puedan imaginar y que ya había sido utilizado en los años 80 por el boxeador Vinny Pazienza.

Esta terrible experiencia, que prometía una completa recuperación, se prolongó por tres largos meses en los que los intensos dolores a veces incluso producían el vómito del atleta. Durante ese tiempo afirma que apenas si lograba conciliar el sueño durante noventa minutos seguidos mientras reposaba sentado en una silla.

Pese a todo Tim Don no se desvió ni por un segundo de su propósito inicial de recuperarse para competir lo antes posible e incluso realizaba el mínimo entrenamiento que su estado le permitía. El día que le retiraron el halo apenas podía girar el cuello y durante los siguientes entrenamientos de natación a duras penas lograba sacar la cabeza del agua y respirar entre brazadas, pero seis meses después sorprendía a todos terminando el maratón de Boston bajando de las 2h 50’ que se había puesto como objetivo.

En octubre de 2018 (justo un año después de su accidente), cruzaba la línea de meta del Campeonato del Mundo Ironman de Kona en la 36ª posición con un tiempo de 3:29:55, muy lejos de lo que se habría esperado de él en el año anterior, pero probablemente en lo que será uno de los mayores éxitos de su carrera.

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