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Como dar ejemplo competitivo a los jóvenes

Sonia Bejarano apuesta por la competición en los deportes infantiles con un trabajo previo de fair play

Para bien o para mal, el triatlón no es fútbol, un deporte que en el máximo rendimiento ha traspasado la frontera de lo deportivo para convertirse en un espectáculo y motivo de enfrentamiento entre personas. El ejemplo de enfrentamiento se trasmite a categorías inferiores, negativo sin duda en uno de los deportes más competitivos del mundo. Para bien o para mal, el menor seguimiento del triatlón hace que solo los verdaderamente amantes de este deporte estén comprometidos con él y con su normativa.

Al igual que en otros deportes minoritarios, el respeto de las normas, respeto al rival y a los jueces es máximo, sin embargo, no sucede así en otros ámbitos, no por culpa del deporte en sí, si no por el “espectáculo” y otros intereses añadidos que llevan asociados y porque nuestra falta de cultura deportiva nos impide disfrutar de un enfrentamiento deportivo sin insultar, gritar o menospreciar a competidores y árbitro. Exaltados hay en todos lados, pero por cuestiones numéricas en el fútbol se magnifica la cifra. No es cuestión de demonizar un deporte, sí su alrededor del que todos somos culpables.

Esta forma de expresarnos en partidos y encuentros (de fútbol, baloncesto, tenis etc) y que se magnifica en competición, está tan arraigada ya en nuestra sociedad que ha calado en nuestros jóvenes con consecuencias negativas.

La conclusión que muchos formadores pueden sacar es que la competición es perjudicial para el niño, hay que “protegerlo” de esta situación y de su frustración si no gana. Para mí este no es el problema.

Observar la competición con un único fin; ganar y si no se logra nos sentimos desilusionados, desanimados, perdemos confianza y nos desmotivamos, no es el tema. La competición puede ser una herramienta formativa muy potente si está bien enfocada.

Desde mi experiencia como formadora observo que muchos niños no quieren participar en juegos competitivos porque saben que no pueden ganar y no quieren quedar en ridículo y otros no quieren hacerlo en un equipo de compañeros que no sean los mejores de la clase (independientemente de sus capacidades, el niño quiere estar con los mejores para ganar). El mensaje que les hemos mandado parece que sea; solo merece respeto el ganador.

Limitamos enormemente el significado del concepto competición mientras su único objetivo sea ganar pero ¿qué les decimos en el coche cuando llevamos a menores a jugar un partido? “Vamos! A machacarles” “Tenéis que ganar” ¿Qué mensajes lanzamos viendo un partido frente al televisor con jóvenes cerca? “Árbitro! Estas ciego” “Inútil (dirigido a un deportista o árbitro)” “Es un segundón”. Tanto es así que un niño ve normal que en un partido se grite, se insulte al árbitro o se agreda a un rival cuando no te ven.

Carentes de autocontrol y gestión de emociones en un momento de estrés como puede ser la competición acuden al comportamiento arraigado que tantas veces han visto en práctica. Es un problema de comunicación, del mensaje que el adulto les hace llegar y de falta de cultura deportiva, de ejemplos y valores. El menor tan solo repite el comportamiento aprendido del adulto.

Hace poco, enseñé a los niños del colegio donde llevo una actividad extraescolar, unos videos sobre conductas deportivas y antideportivas sancionadas en rugby, atletismo, triatlón y tenis. Les sorprendió lo estricto del reglamento en otros deportes más allá del fútbol; que un empujón o quitarse la camiseta en competición fuera motivo de descalificación o que un rival mostrara honestidad y cediera un punto a su oponente. Simplemente, no tenían esas conductas registradas como posibles, no formaban parte de su repertorio adquirido. Ellos suelen emular otra serie de actitudes.

Bajo mi punto de vista falta mucho trabajo de concienciación en adultos sobre cómo acercarse a la competición de manera natural y cómo mostrársela al menor, pudiendo servir incluso como medio de crecimiento personal. Como ejemplo de deportividad, el mejor que se me ocurre es la llegada a meta del último participante del Ironman de Hawaii, donde todo el público anima de veras para que el triatleta llegue a meta en el tiempo de corte de 17h y el ganador también le presenta sus respetos. El deporte y la competición nos brinda a menudo momentos ejemplares que podemos usar como parte de la formación de menores, llamemos la atención sobre ellos evitando como adultos cualquier alusión que desacredite la autoridad del juez, las capacidades del rival o la falta de respeto ante las normas establecidas que permiten desarrollan con orden la competición que tanto nos gusta.

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