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Los niños del ‘porque yo lo valgo’

Marta Mitchel nos alerta sobre algo que lamentablemente ha entrado en el triatlon apenas hace dos semanas

El periódico El Mundo se hace eco de una situación a través de este gran mensaje de Marta Michel, directora de la revista YO DONA. Lamentablemente dicha situación ha comenzado a entrar en el triatlon, desde esta web esperemos que al menos se quede en la territorial inventora.

«Aluciné en la competición de judo de mi hijo cuando a los que ganaron y a los que perdieron les dieron la misma medalla. ¿La explicación? Que ninguno se sintiera frustrado», comenta una compañera. A este paso, peligran las Olimpiadas… «Pues en el colegio de los míos», añade otra colega poco sorprendida, «hay padres que se ponen furibundos cuando el profesor propone separar a los alumnos por grupos para facilitar su progreso. Si alguien destaca, dicen, ‘humilla’ al resto». Y no es lo último. En partidos de fútbol de menores de 12 años ya no se anotan los goles para que todos se consideren campeones.

Yo me pregunto, ¿esto es para que no se ‘traumaticen’ los críos o los llamados hiperpadres?, esos que convierten en un desafío continuo y agotador la crianza de sus hijos para que salgan ¿perfectos? Mucho se está escribiendo ahora sobre la generación ‘blandengue’, niños y no tan niños subidos por sus papis a un pedestal, tan acostumbrados a conseguir lo que quieren que ya no soportan la más mínima contrariedad. Nunca han oído esas lecciones que se aprenden en casa: sin esfuerzo no hay premio; si te caes, te levantas; o eres el responsable de tus actos. Pobres, en cuanto salen del redil pagan las consecuencias.

Se está viendo: becarias que se echan a llorar si tienen que repetir una tarea o madres que llaman a la oficina para protestar en nombre de su retoño veinteañero. Seguro que conocéis a ‘padres helicóptero’ (sobrevuelan la vida de sus hijos para atender cualquier eventualidad) o madres apisonadoras (les allanan el terreno para que nunca tropiecen); dos versiones de lo mismo: protección máxima hasta límites ridículos. Acarrear su mochila, llevarles la bolsa de deporte olvidada, sujetarles el bocadillo mientras juegan, organizar su complicada agenda de actividades o incluso escribir en el chat del cole un heroico «¡hemos aprobado el examen!» (sí, en plural)…

En EEUU llevan tiempo hablando de las consecuencias negativas del ‘overparenting’: jovencitos soft, llenos de inseguridades, que incluso se presentan a las entrevistas de trabajo con sus padres. En España la periodista barcelonesa Eva Millet ha escrito el ensayo ‘Hiperpaternidad’ (Plataforma Editorial) en el que con mucho sentido del humor les atribuye a los niños consentidos el famoso eslogan de L’Oréal: Porque yo lo valgo. Y afirma sin ambages: «Hay esta idea de que la familia es una institución democrática y no, es una jerarquía: los padres arriba y los niños abajo. Todos participamos pero no se le puede preguntar a un niño de tres años qué quiere para cenar». Disciplina y amén.

FOTO: Oscar Arribas

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